Bienvenida a tu ascenso
Porque sólo se ahoga quien sabe nadar
O lo que es lo mismo, sólo quien presupone cualidades o habilidades concretas como para realizar una tarea específica, tendrá la posibilidad de equivocarse realizándola.
En ningún momento te preocupes por la negatividad de esta premisa. No es mala. Acéptala. Interiorízala. Escríbela en un papel y pégala en tu puesto de trabajo (vete preparando porque mucha gente vendrá a preguntarte por su significado, y seguro que servirá para poder inicial una conversación interesante).
Permíteme que redacte este artículo hablándote directamente. Vamos a suponer que, bien has pasado por un ascenso en el que has comenzado a gestionar personas, bien lo has vivido muy de cerca (porque has optado a él y estás en proceso, o porque deseas que ese día llegue próximamente) o incluso pasas de un puesto de mando, a otro de ‘rango’ superior.
Hagamos un poco de memoria.
Llevas un montón de tiempo optando a ese puesto. Dejar de ser un empleado más, y convertirte en mando era un sueño. Cuántas veces te has imaginado diseñando tu propio equipo y sus procesos. Tomar tus propias decisiones de forma autónoma. Hacer crecer a tus colaboradores…
Ha tardado pero ese movimiento ha llegado. Ya sea porque se ha dado alguna jubilación, una desvinculación o un movimiento interno, ese puesto de responsable tenía ya tu nombre. El ofrecimiento era una oportunidad que no se podía rechazar (o al menos no te atreverías a hacerlo, tema que comentaremos en otra ocasión). En el momento en que das el “sí quiero”, sabes que tu vida profesional ha cambiado para siempre.
También podría haberse dado que fuese algo inesperado. Cuántos mandos se han forjado sin que el protagonista lo deseara inicialmente. Estos casos dan para un artículo en sí mismo, y sin duda lo retomaremos más adelante.
¿Y cómo se ve desde fuera?
Hay que asumir que en las grandes organizaciones, y sobre todo cuando más invisibles son, resulta muy sencillo ver el toro desde la barrera. Criticar a quien toma la decisión de aceptar un reto profesional del calibre de la gestión de un equipo de trabajo, puntúa para los Juegos Olímpicos. Esto es algo de lo que hablaremos en otra ocasión largo y tendido.
En cualquier caso, te encontrarás con ese gran cambio que supone pasar de compañero a jefe. Los efectos colaterales de esta evolución, son duros para muchas personas. Puede costar entenderlo y superarlo, pero como la fiebre, toca pasarlo. No obstante, será algo de lo que hablemos con mucho más detalle en futuros artículos.
No tengo miedo. Me tiro al agua.
Obviamente, quien no se lanza y acepta riesgos, probablemente vivirá mucho más cómodo, y con suerte si se mueve poco, se convertirá en un experto en sus tareas diarias. En dos palabras, seguirá viviendo.
Pero tus inquietudes van más allá. Eres consciente de que en un momento dado podrías ahogarte, pero no te asusta. Cualquier posible trago de agua será un puntito de experiencia que ganas para ser mejor nadador. Es lo que tienen los grandes retos, y más (oh, sorpresa) cuando ni sabes nadar, ni te van a enseñar a hacerlo.
Vaya… Pero si no sabía nadar…
Porque igual no lo sabes, pero es muy normal que en cualquier gran organización, como lo son las fábricas invisibles, se aplique el dicho de, “tírate al agua, que así es como se aprende”. No hay tiempo para grandes formaciones y sesiones intensas de coaching (salvo campañas internas o niveles de dirección bastante elevados). Toca improvisar, sacar ese profesional todo terreno que llevas dentro y sobre todo, mucha empatía, mucha orientación a objetivos y una cantidad desmesurada de sentido común.
Y ahora, ¡a nadar!
El problema está en que ese agua está llena de cocodrilos.
Confiesa que lo primero que has pensado es que esos cocodrilos eran las personas que vas a gestionar en tu equipo. ¡¡¡En absoluto!!!
Esa referencia narrativa, nada tiene que ver con la realidad inmediata que te habías hecho. Esos cocodrilos son la cantidad de situaciones nuevas y complejas que te vas a encontrar, siendo estos algunos ejemplos:
De golpe, eres responsable de una cuenta de resultados.
Tu equipo resulta que son seres humanos.
Esos seres humanos tienen familia, inquietudes, deseos, expectativas, frustraciones, miedos, ganas de ser felices.
El desarrollo profesional de esas personas, depende en gran (inmensa) medida de ti.
No existe desarrollo profesional sin desarrollo personal. Adivina quién va a formar parte de ese último en cada integrante de su equipo.
De forma innata, completarás las carreras de psicología y ciencias políticas. Sin ir un sólo día a la universidad.
Y lo más curioso, la corriente de ese río en el que tratas de nadar, empuja hacia el lado contrario al que tú desearías. Siempre.
Esto no es más que una breve introducción. Tocaremos muy en profundidad todos estos temas.
Bienvenido a tu ascenso en “La Fábrica Invisible”.
Texto: Carmen Pérez Zaballos y Borja Ben
Ilustración: Borja Ben