Bienvenidos a la Fábrica Invisible

Empieza nuestra aventura.

Compartimos con vosotros un primer ejemplo de lo que vais a poder encontrar en nuestra Fábrica Invisible. Después de varios desayunos en Gran Vía y muchas sesiones de Skype, queremos presentaros unos guiños basados en nuestra experiencia, con el objetivo de reflexionar juntos sobre lo que hemos decido definir como fábricas invisibles.

Vale, sabemos que estaréis diciendo “Muy bien, muy bien. ¿Pero de qué va esto? Hacedme un pequeño resumen al menos, ¿no?”. Ahí va:

Hace no muchos años, en plena revolución industrial, cuando una gran parte de la población iba a trabajar y pasaba sus ¿ocho? horas diarias frente a una cinta transportadora apretando tornillos o enroscando tapones, volvía a casa con una sensación curiosa: sabía que cada movimiento que realizaba, terminaba convirtiéndose en un coche, un bote de colonia o una fregona.

A día de hoy, esa gran parte de la población se ha movido a otros conceptos de trabajo muy distintos. La revolución industrial se ha convertido en una revolución digital. Llamémosle virtual. Esa fábrica sigue existiendo, pero ya no apretamos tornillos. Ya no enroscamos tapones ni vemos ese resultado final que podemos ver, tocar, escuchar, oler y si te atreves, saborear.

Y sin embargo, ese trabajo existe. Vuelves cansada a casa, después de innumerables reuniones, llamadas telefónicas, hojas Excel y discusiones varias. Sabes que sigues en una fábrica que no ves. Es invisible.

Bienvenidos a la Fábrica Invisible.

¡Nos leemos!

Carmen Pérez y Borja Ben