Cuando siempre falta información
¿Cuánta información somos capaces de procesar? ¿Con cuántos indicadores que miden nuestro rendimiento podemos llegar a trabajar?
Sabemos que hay mucha información dentro de las organizaciones, seguramente te ha tocado en algún momento definir un cuadro de mando, a lo mejor has visto presentaciones con una tabla de más de 20 indicadores, y sí, es imposible poder extraer una conclusión, ni siquiera te haces una idea de qué situación se describe.
En general, nos esforzamos por hacer un ejercicio de simplificación, buscando la relevancia para la toma de decisiones, cuando se trata de reportar a la alta dirección.
Bueno, no siempre es así. Lo más alarmante es esa tentación de medir el rendimiento humano con unas cuantas docenas de KPI.
Se hace irresistible definir una métrica cuando diseñamos un puesto de trabajo, desplegamos los objetivos de la compañía, o buscamos una relación causa-efecto entre el resultado final buscado y el trabajo diario de las personas.
Puede que veamos a compañeros, personas a nuestro cargo o profesionales subcontratados, como piezas de un engranaje. Puede que nos sintamos ingenieros ajustando las piezas de una gran máquina.
Esto nos trae la imagen de un deportista de élite conectado múltiples sensores, astronautas con monitores con información en tiempo real o pilotos de un caza.
Además de una medición en detalle para la toma de decisiones en microsegundos, estas profesiones tienen algo más en común: una alta cualificación, un constante entrenamiento y un reajuste continuo; todo para mejorar el rendimiento y la correcta toma de decisiones.
¿Estamos seguros que cada vez que definimos las métricas de un puesto de trabajo estamos dando el apoyo necesario a las personas para gestionar esa información?
¿Identificamos claramente los aspectos más cualitativos que las personas aportan en su trabajo?
¿Estamos seguros de que todas esas métricas confluyen en los objetivos que buscamos?
Texto: Carmen Pérez Zaballos y Borja Ben
Ilustración: Borja Ben